El Dr. Theodor Morell (Trais-Munzenberg (hoy Munzenberg) 22 de julio de 1886 – Tegernsee 26 de mayo de 1948) fue un médico alemán.
Fue el médico personal de Hitler durante muchos años. Era conocido por los numerosos medicamentos y drogas que administraba al Führer, aunque más tarde explicó a los estadounidenses que sólo se trataba de remedios domésticos y de cocina inofensivos.
Juventud y carrera
Tras una infancia en la Alta Sajonia y estudios en cuatro universidades diferentes (dos de ellas en el extranjero), Morell se doctoró finalmente en 1913. Empezó como asistente médico en un crucero. Más tarde, se casó y abrió su propia consulta. En la Primera Guerra Mundial, actuó como médico de campaña.
Ya entonces, Morell empezó a contar historias fantásticas. Un ejemplo famoso es que había estudiado las infecciones bacterianas con el Premio Nobel ruso, el biólogo Ilya Ilyich Metshnikov (1845-1916).
Más tarde, administraba a sus pacientes cócteles de todo tipo de sustancias dudosas. De vuelta a Berlín, parecía haber un cierto interés por sus tratamientos no convencionales en ciertas clases.
Fue invitado tanto por el Sha de Irán como por el Rey de Rumanía a convertirse en su médico personal. En 1920, Morell se casó con la rica actriz Johanna “Honi” Moller.
El Ministro de Defensa del Reich
A principios de los años 30, los rumores de que Morell era judío y el hecho de que tuviera muchos pacientes judíos le impedían trabajar. Quizás se unió al NSDAP para desmentirlo.
El hecho es que se le consideraba un nazi desde 1933. Entonces también trataba regularmente a los nazis, a menudo por enfermedades venéreas que, según él, eran su especialidad.
En 1935, curó a Heinrich Hoffmann, fotógrafo personal de Hitler. Hoffmann y Eva Braun quedaron tan impresionados por Morell que le presentaron a Hitler. Al mismo tiempo, Hitler sufría flatulencias y erupciones cutáneas.
Morell lo trató con “Mutaflor”(bacterias E.coli y vitaminas). Tal vez porque el tratamiento tuvo éxito, o por el miedo de Hitler a la “enfermedad judía” de la sífilis y su hipocondría, pero desde entonces Morell fue favorecido por Hitler.
Otros nazis estaban menos entusiasmados con él. Himmler y Göring le llamaron charlatán a sus espaldas. Göring le llamaba “Der Reichsspritzenmeister” (el inyector del Reich) porque siempre se ponía a inyectar inmediatamente. Incluso cuando Hitler sufría de ronquera y molestias intestinales en 1935, el Dr. Morell le inyectó bacterias intestinales.
También Eva Braun acabó por no querer saber nada más de él. Hitler reaccionó con furia ante las quejas sobre Morell porque creía firmemente en sus “tratamientos revolucionarios”.
Karl Brandt, el otro médico personal de Hitler, tampoco se fiaba de Morell y trataba de demostrar los daños de los remedios utilizados. Esto condujo a su propio despido en 1944.
Albert Speer escribió más tarde que en 1936, a raíz de unas molestias estomacales y palpitaciones, se hizo examinar por Morell por recomendación de Hitler. Morell examinó brevemente a Speer y luego le recetó dextrosa, una cura bacteriana, hormonas y vitaminas. Speer consideró a Morell tan aficionado que pidió una segunda opinión. Esta vez, el diagnóstico fue de cansancio excesivo.
El médico que lo examinó, el profesor Von Bergmann, le recetó que se tomara las cosas con calma. Speer siguió este último consejo y los síntomas desaparecieron. Para no ofender a Hitler, fingió seguir el tratamiento de Morell, y durante un breve tiempo Morell lo utilizó como “publicidad”.
En 1938, llegó el momento de Morell en la política mundial. Inyectó al antiguo presidente checoslovaco Emil Hacha una inyección que, según él, sólo contenía vitaminas (pero que en realidad podía contener anfetamina).
El Presidente se había desmayado debido a la intimidación de Hitler y tuvo que ser reanimado para que pudiera firmar la rendición a la Alemania nazi.
Hitler había gozado de una salud razonable hasta el comienzo de la guerra, a pesar de su falta de ejercicio y su hipocondría. Hacia 1940, esto empezó a cambiar y desarrolló cada vez más síntomas. Una mano izquierda temblorosa y otros síntomas podrían indicar la enfermedad de Parkinson.
Esto llevó a Hitler a confiar aún más en Morell, que administró una gran variedad de remedios. Entre ellos había vitaminas, belladona, hormonas y posiblemente anfetamina y morfina. Las gotas para los ojos de Hitler contenían un 1% de cocaína y las píldoras milagrosas que Hitler tragaba cada día contenían incluso estricnina y eran ligeramente dañinas.
Después del ataque de 1944, Hitler tuvo quejas y el médico le dio todo tipo de medicamentos. En abril de 1945, el número de medicamentos que Hitler ingirió, se inyectó o goteó había ascendido a 28 diferentes. El 22 de abril de 1945 se acabó de repente. Hitler estaba furioso con Morell, porque intentó aturdirlo con morfina. Lo envió fuera del búnker.
Internamiento y muerte
Morell huyó al Oeste y cayó en manos de los americanos. Le interrogaron en un campo de internamiento cerca de Weimar. Uno de sus interrogadores se asombró de su sobrepeso y falta de higiene y le llamó “asqueroso”.
Aunque fue internado, nunca se le acusó de ningún delito. Su salud ya era mala debido a su obesidad y se deterioró aún más. En mayo de 1948, a la edad de 61 años, murió de una apoplejía.
Motivos y especulaciones
Morell administró a Hitler varias drogas, algunas de las cuales eran ligeramente perjudiciales. Circulan varias especulaciones sobre él. La mayoría de los historiadores sospechan que Morell creía en sus propios tratamientos, especialmente al final.
También se afirma que Hitler se hizo adicto a las anfetaminas que le administraba Morell y que influyeron en sus acciones.
El historiador británico Ian Kershaw sostiene que si Hitler era adicto a la anfetamina o a cualquier otra droga, no tuvo ningún efecto notable en sus acciones políticas o militares.
El estrés al que estaba sometido Hitler, y que podía hacer sucumbir a cualquier persona después de un largo o corto tiempo, fue muy probablemente la causa principal del declive físico y mental de Hitler.