Aunque pasó gran parte de su carrera especializándose en papeles que transmitían un cierto tipo de inglés amable y civilizado, Leslie Howard no sólo procedía de una estirpe de inmigrantes, sino que su primera lengua era el alemán.
Su padre húngaro-judío, Ferdinand Steiner, cambió su nombre por el de Frank Stainer cuando se trasladó a Londres y se casó con la hija de un abogado, Lilian Howard (de soltera Blumberg).
Aunque nació en Forest Hill (el 3 de abril de 1893), su hijo creció inicialmente en Viena, y regresó a Londres y a una educación en el Dulwich College cuando su padre se incorporó a una empresa de corretaje de la City.
Con la intención de que Leslie siguiera sus pasos, le consiguió un trabajo como empleado de banca, pero el gusanillo de la actuación ya le había picado gracias a la afición de su madre al teatro amateur, y Leslie adoptaría su apellido de soltera adoptado como propio.
Apareció por primera vez en la pantalla en la película de 1914 La heroína de Mons, dirigida por su tío Wilfred Noy.
Cuando poco después comenzó la Primera Guerra Mundial, Howard se alistó en el 20º de Húsares (a pesar de que nunca había montado a caballo) y sirvió en el Frente Occidental. La catástrofe del Somme de 1916 le provocó una conmoción por los proyectiles, y fue expulsado del ejército por invalidez.
Ese mismo año se casó y comenzó su carrera de actor en serio, y su aspecto de ídolo de cine le ayudó a triunfar en los teatros de ambos lados del Atlántico.
Hizo algunas películas menores a principios de los años 20 como actor y productor (formando equipo con Adrian Brunel en British Comedy Films Ltd, más tarde Minerva Films), pero fue con la llegada del sonido cuando su carrera en la pantalla despegó de verdad, gracias a la necesidad de Hollywood de reclutar actores con buenas voces entrenadas en el escenario, para poder hacer frente a los primitivos equipos de grabación.
Ya era una gran estrella de Broadway, y debutó en el cine sonoro con Outward Bound (EE.UU., 1930), basada en un éxito teatral.
El teatro alimentaría muchos de sus primeros papeles más recordados en la pantalla, sobre todo El bosque petrificado (EE.UU., 1936), para el que Howard insistió en que sólo repetiría su papel en el escenario (como un intelectual afeitado y hastiado) si se ofrecía el mismo trato a su poco conocido coprotagonista Humphrey Bogart, y para entonces Howard tenía suficiente poder en la industria para hacer tales demandas, gracias a una nominación al Oscar al mejor actor por Berkeley Square (EE.UU., 1933).
Bogart y Howard se convirtieron en firmes amigos, y muchos años después de la muerte de este último, Bogart llamó a su hija Leslie en homenaje al hombre que lanzó su carrera en la pantalla.
A mediados de la década de 1930, Howard también había dejado huella en el cine británico, y su gran éxito fue La Pimpinela Escarlata (1935), en la que su encarnación definitiva de Sir Percy Blakeney, de la Baronesa Orczy, se movía con seguridad entre la frivolidad que presenta al mundo y el heroísmo de su alter ego, salvando desinteresadamente a inocentes de la guillotina revolucionaria francesa.
Su siguiente película británica, Pigmalión (1938), fue también su debut como director, trabajando junto al más experimentado Anthony Asquith.
George Bernard Shaw adaptó su propia obra, y aunque el veterano dramaturgo tenía dudas sobre la idoneidad de Howard para lo que consideraba un papel más querulante y cínico (Shaw prefería a Charles Laughton), éstas no fueron compartidas ni por el público ni por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, que le dio una segunda nominación al Oscar al mejor actor (el propio Shaw ganó el de mejor guión).
El año en que estalló la Segunda Guerra Mundial, Howard interpretó su papel más famoso, como el arquetípico caballero sureño Ashley Wilkes en Lo que el viento se llevó (EEUU, 1939).
Podría haberse quedado fácilmente en Hollywood durante todo el tiempo, pero fue una de las primeras estrellas británicas que se propuso volver a casa (de hecho, lo hizo unos días antes de que estallara la guerra, al darse cuenta de que era inevitable).
El resto de su carrera se dedicó a ayudar al esfuerzo bélico, tanto a través de la propaganda abierta (From The Four Corners, 1941, le muestra acompañando a los soldados australianos, canadienses y neozelandeses a la cúpula de San Pablo para ofrecerles una vista panorámica y una conferencia sobre lo que estaban luchando por conservar) como de largometrajes de ficción diseñados para transmitir un mensaje similar.
Su primera película como director en solitario, “Pimpinela” Smith (1941), actualizaba ingeniosamente su papel británico más famoso a un escenario de la Segunda Guerra Mundial, con su profesor Horatio Smith realizando rescates igualmente audaces de científicos y humanitarios clave aliados de las garras nazis.
Ese mismo año, interpretó al explorador Philip Armstrong Scott en la película del Ministerio de Información, Paralelo 49 (dirigida por Michael Powell y Emeric Pressburger), en una clara inversión de su personaje en la vida real: Scott se desprende egoístamente de las preocupaciones de sus compatriotas al retirarse a Canadá y negarse a reconocer la amenaza nazi hasta que sus propias posesiones entran en la ecuación.
Howard dirigió otros dos largometrajes: El gran Mitchell (1942), una sencilla película de bandera en la que interpretó al inventor del Spitfire R.J.Mitchell. Éste sería su último papel importante en la pantalla: se mantuvo detrás de la cámara en El sexo débil (1943), contribuyendo únicamente con la narración, ya que consideraba que su presencia en pantalla habría distraído de los objetivos principales de la película, que eran retratar y celebrar la contribución de las mujeres al esfuerzo bélico.
Howard pretendía continuar en esta línea con The Lamp Still Burns (1943), un estudio sorprendentemente duro sobre las presiones a las que se enfrentaban las enfermeras en los hospitales británicos anteriores al NHS.
Sin embargo, acabó siendo dirigida por Maurice Elvey después de que Howard fuera derribado por la Luftwaffe sobre el Golfo de Vizcaya cuando regresaba a casa tras una gira de conferencias que podría haber sido una tapadera para una misión de la inteligencia británica.
Todavía no está claro si Howard fue confundido con Winston Churchill (que también viajaba por la región) o si era el objetivo previsto. Ciertamente, el jefe de propaganda nazi Josef Goebbels era muy consciente de su importancia para el pueblo británico como la encarnación misma (tanto en la pantalla como fuera de ella) de todo lo que representaban y de todo lo que valía la pena apreciar de sus valores. Su muerte, escandalosamente repentina, fue ampliamente considerada como una tragedia nacional.