Helmuth Groscurth, opositor a Adolf Hitler murió como prisionero de guerra de Iósif Stalin.
Ya en la resistencia contra el régimen nazi en 1938, Helmuth Groscurth fue trasladado al frente porque supuestamente era demasiado “descuidado”. Sobrevivió a la caldera de Stalingrado, pero no al tiempo posterior en el campo.
La nota no dejaba nada que desear en cuanto a claridad: “Impactante impresión de un criminal demente”, escribió Helmuth Groscurth en su diario el 23 de noviembre de 1939.
El teniente coronel del Estado Mayor fue uno de los cerca de 180 oficiales que escucharon el discurso inaugural de su comandante supremo Adolf Hitler en la sala de conferencias de la Nueva Cancillería del Reich en Berlín a partir del mediodía de aquel jueves.
El discurso contenía frases como las siguientes: “Mi decisión es inalterable. Atacaré a Francia e Inglaterra en el momento más favorable y rápido”. Amenazó: “No me detendré ante nada y destruiré a cualquiera que se oponga a mí”.
Hitler no dejó lugar a dudas sobre su determinación: “Me mantendré o caeré en esta lucha. No sobreviviré a la derrota de mi pueblo. Sin rendición por fuera, no hay revolución por dentro”.
Groscurth no necesitaba este discurso para convertirse en un opositor al régimen nazi, ya lo era desde hacía años. Sobre el pogromo de noviembre de 1938, por ejemplo, había grabado: “¡Hay que avergonzarse de seguir siendo alemán!”.
Pero, ¿qué podía hacer el oficial de 40 años del Servicio de Inteligencia del Ejército, la Oficina del Abwehr, ante el rumbo del dictador hacia una nueva guerra mundial? Esperaba que los generales se volvieran contra Hitler y había participado en los preparativos del golpe de 1938.
Pero ahora fue trasladado del estado mayor a un destino en las tropas, donde ya no podía conspirar. “Altamente decente, intrépido, por lo tanto descuidado, por eso fue trasladado más tarde al frente”, comentó el jefe del Estado Mayor Franz Halder, el escéptico de Hitler de más alto rango en la Wehrmacht en aquella época, que sin embargo nunca se atrevió a actuar contra el dictador.
Sin embargo, Groscurth no permaneció inactivo. Cuando participó en el ataque a la Unión Soviética en el verano de 1941 como Primer Oficial de Estado Mayor de la 295ª División de Infantería, impidió que continuara una masacre de judíos en Zloczow. Entonces, el 20 de agosto de 1941, se enteró de que en la ciudad ucraniana de Bjelaja Zerkow, un comando de las SS quería matar a casi 100 niños judíos.
“Intervino y prohibió al comandante local y al comandante de campo -también rabiosos antisemitas- que continuaran la acción”, escribe el historiador Christian Streit, uno de los mejores expertos en los crímenes de la Unión Soviética.
Para ello tuvo que buscar el apoyo de arriba y apeló al comandante en jefe del 6º Ejército, el mariscal de campo Walter von Reichenau. Pero él mismo era un nacionalsocialista convencido: Ordenó el asesinato de los niños y reprendió a Groscurth.
No podía hacer nada más. Permaneció en su puesto de Estado Mayor en el Frente Oriental, se vio atrapado en la bolsa de Stalingrado y se convirtió en prisionero de guerra el 2 de febrero de 1943. Según la ficha de la administración soviética de prisioneros, murió de tifus el 7 de abril de 1943 en el campo de tránsito de Frolowo.
Así que su propio padre, el pastor protestante Reinhard Groscurth, tuvo que pronunciar el panegírico por su propio hijo. El 8 de febrero de 1946 dijo: “Todavía sabemos poco sobre su muerte, y pensar en cómo pudo morir en cautiverio es una de las preguntas más angustiosas que ondean arriba y abajo en nuestros apenados corazones en estos días.”