Lewis Milestone, el director de Un paseo bajo el sol (A Walk in the Sun) también dirigió otras dos películas bélicas clásicas: Sin novedad en el frente y Pork Chop Hill, y a cada una de ellas aportó algo diferente.
Con Un paseo bajo el sol tenemos una película poco convencional que pasa mucho más tiempo filosofando sobre la naturaleza de la guerra que mostrando acción. Dado que se supone que la suerte de un soldado de combate es algo así como un 80 % de aburrimiento, un 10 % de ansiedad y un 10 % de puro terror, la película ofrece un reflejo exacto de las condiciones de combate en ese sentido.
El diálogo es un poco estilizado, pero tiene un tipo de ritmo que atrae la atención del espectador, y su cruda descripción de las presiones psicológicas sufridas por un grupo de soldados estadounidenses no nos deja ninguna duda de que, aunque se estrenó en 1945, se hizo después de que se disparara el último tiro de la Segunda Guerra Mundial.
Un paseo bajo el sol reúne a un pelotón de soldados estadounidenses en una barcaza de desembarco que participa en la invasión de Italia en 1943. Esta larga secuencia inicial nos presenta a los principales protagonistas de la historia, y en su mayor parte parecen un grupo típico, una muestra de la masculinidad estadounidense. Pero la conversación en la que participan es inusualmente oscura y cínica, impregnada de una especie de amargura cansada.
No se trata de los soldados con ganas de guerra que poblaban las películas de guerra propagandísticas mientras se desarrollaba el conflicto, sino de una representación mucho más realista de soldados que siguen órdenes con poca o ninguna comprensión de las razones de las órdenes que se les ordena cumplir o del papel que desempeñan en la estrategia general de los Aliados contra el enemigo.
Pierden a su teniente al principio, y el mando de la tropa recae primero en los hombros del sargento Eddie Porter (Herbert Rutley) y luego en los del sargento Bill Tyne (Dana Andrews – Laura) cuando Porter acaba cediendo ante la presión. La misión del pelotón es tomar una granja a unos diez kilómetros del interior que ha sido requisada por los nazis. El viaje está plagado de peligros y riesgos, sin ninguna certeza de éxito al final.
Quizá el aspecto más sorprendente de Un paseo bajo el sol sea la fragilidad psicológica de casi todos los personajes. No sólo vemos la crisis nerviosa, quizá inevitable, de un personaje al que se le impone una posición de autoridad desconocida, sino también la falta de confianza con la que se emiten las órdenes, el humor forzado de los hombres que se encuentran en alguna forma de negación, y el distanciamiento emocional que otros adoptan para distanciarse de los compañeros que pueden ser reducidos “en medio de una palabra”.
Este amplio espectro de respuestas a las tensiones de la guerra exige, naturalmente, un reparto más amplio de lo normal, lo que significa que sólo llegamos a conocer bien a unos pocos personajes, pero la seguridad en sí mismos de Harry Brown y el incisivo guión de Robert Rossen evitan que ninguno de los personajes se sienta mal definido o incompleto.