Pasajero oculto 

Hay películas que se complican en su desarrollo, son demasiado obvias, se repiten mucho, entran en el modo de espectáculo de lo imposible y hacen un montón de cosas que no sólo estamos cansados de ver, sino que nos alejan de la experiencia. Pasajero oculto consigue reunir todos estos deslices, en altas dosis, pero, curiosamente, establece otra relación con el espectador.

El rasgo va por algo en la historia que puede convertirse en un punto de partida y desarrollar cosas interesantes, creando una curiosa alegoría de lo que es ser mujer, no sólo en esa realidad restringida.

Dirigida por Roseanne Liang, la película recupera una historia poco contada en los cines: la gran participación de las mujeres en la Segunda Guerra Mundial, especialmente en la aeronáutica, pilotando aviones de combate.

El personaje de Maude Garrett, interpretado por Chloë Grace Moretz, ilustra esta experiencia en el guión del director, en colaboración con Max Landis. Embarcada en un barco con una tripulación exclusivamente masculina y con un paquete confidencial, se encuentra sometida a todo tipo de situaciones machistas, desde la desconfianza hasta el acoso.

Un punto curioso es cómo los guionistas introducen lo fantástico en la trama, con una leyenda de los primeros pueblos de Albión que fue rescatada y modernizada durante la guerra. Los gremlins, criaturas que se hicieron famosas en todo el mundo con las películas de Joe Dante, son seres molestos y traicioneros a los que les gusta estropear y destruir cosas.

En sus orígenes, sólo eran molestas e incómodas, pero sus funciones aumentaron con la llegada y multiplicación de la electrónica y los aviones. Vistas como traidoras y saboteadoras, las criaturas se convirtieron en un tema recurrente de los pilotos de la Fuerza Aérea Británica para explicar los fallos de los aviones y de las misiones.

La asociación entre los gremlins y los aviones de guerra se consideró positiva para la moral de los combatientes, y la criatura ilustró campañas publicitarias y de advertencia, además de convertirse en un personaje de Roald Dahl.

Por supuesto, no se suele recordar la primera constancia de esta asociación en la novela de una aviadora, Pauline Gower, en su libro “ATA: Mujeres con Alas”. Esto está en la alegoría del Pasajero oculto, así como todo lo que Garrett escucha en la torreta del avión, donde se ve obligada a permanecer, además de la imagen de las mujeres dentro y fuera del ejército, la propia maternidad y la convivencia diaria con la misoginia.

Este es el lado que merece la pena y es interesante -mucho- en la película.

Todo este trabajo de recreación del universo patriarcal en un entorno único, con una mujer apartada y subyugada. Son situaciones muy identificables: hay acoso sexual y moral en un lugar de incapacidad de respuesta.

Garrett es cosificada, su capacidad profesional es cuestionada, es silenciada y tratada como una loca. Se trata de crueldades cotidianas, que siguen siendo habituales y que ya no deberían existir. Y tienen efectos crueles y duraderos.

Por otro lado, Pasajero oculto es una película de acción totalmente descontrolada. Si se puede perdonar la obviedad en la demarcación de su mensaje por el didactismo necesario por la falta de comprensión del contexto por décadas de intento de explicación, la presentación de los personajes en contraposición al protagonista, en un esfuerzo por dar la cara al contrario, resulta demasiado tonta.

La construcción de la tensión es inconstante, tiene sus momentos, pero se pierde terriblemente en las exageraciones y les dedica tanto tiempo que acaba en el humor involuntario.

El guión también tiene sus problemas. Toda la justificación de la trama es inestable, con frágiles conexiones y justificaciones que, si son válidas porque hay en el horror algo más allá de lo básico obvio, en lo que se estampa allí en la primera capa suenan pueriles.

En este desorden, corresponde a los actores encontrar una posición y acaba imponiéndose el más cómodo y Liang parece más interesado en otras cosas.

Aun así, Pasajero oculto mantiene al espectador en un equilibrio inesperado. Por la exageración, porque una mala película de acción tiene ese poder, y por el mensaje, porque una buena alegoría también lo tiene. Y, mira, la escena final lo resume todo muy bien.

Como producción, Pasajero oculto es bastante tópica y débil, pero tiene un enorme significado para el cine americano (la película es una producción neozelandesa/estadounidense), porque no se expone la acción más natural de la maternidad.