Operation Finale, disponible en Netflix, es un thriller de base histórica que sigue a un grupo de cazadores de nazis mientras identifican, acechan, capturan e interrogan a Adolf Eichmann (Ben Kingsley) en Argentina durante 1960.
Eichmann, uno de los principales nazis capturados después de Nuremberg, fue finalmente juzgado en Israel en lo que se convirtió en un acontecimiento mediático mundial, condenado por crímenes contra la humanidad y ejecutado.
La película, que se ocupa principalmente de las semanas que rodearon la captura de Eichmann, mezcla elementos fácticos con algunos “toques de Hollywood” para ofrecer un thriller convincente.
El elemento central de Operation Finale es el juego psicológico del gato y el ratón entre el astuto Eichmann y uno de sus captores, Peter Malkin (Oscar Isaac). Considerado a veces poco fiable por sus compañeros debido a su tendencia a la impulsividad y la violencia, Malkin está a la caza porque los nazis ejecutaron a su querida hermana y a sus hijos.
Su enfrentamiento con Eichmann no implica amenazas ni brutalidad. En cambio, intenta desarmar al hombre mayor aparentando que baja la guardia. Le ofrece cigarrillos y vino en lugar de luces brillantes y vendas en los ojos. Cuando el tiempo se agota y el “piso franco” del Mossad es susceptible de ser descubierto por los que buscan al desaparecido SS-Obersturmbannführer, Malkin intenta convencer a Eichmann de que firme un papel considerado obligatorio por El Al para permitirle embarcar en un vuelo de salida. La película también incluye elementos tradicionales del thriller, como las fugas “por los pelos”.
Las sólidas interpretaciones de Oscar Isaac y Ben Kingsley añaden una capa de intensidad a las escenas cuando ambos se enfrentan. Ambos han demostrado ser más que capaces de robar escenas por sí solos.
Aquí, la dinámica entre ellos es eléctrica, lo que da lugar a varias escenas en las que la corriente de tensión es palpable. Curiosamente, es la segunda vez en un año que Kingsley interpreta a un criminal de guerra en la clandestinidad.
Su representación de Eichmann es precisa, basada en las imágenes que existen del periodo 1960-62, cuando estaba en cautividad en Israel. Es un hombre frío y desapasionado que encarna lo que la teórica política Hannah Arendt llamó “la banalidad del mal”.
El director Chris Weitz evita el melodrama manifiesto en sus representaciones de las imágenes del Holocausto y los diversos flashbacks que muestran algunos de los horrores de la segunda guerra mundial. Es capaz de transmitir la idea sin recurrir a escenas gráficas.
Esto es importante porque permite que la narración se tome en serio y no convierte Operation Finale en un rutinario thriller de buenos contra malos nazis. No hay duda de que Eichmann merece su destino final, pero la película no lo convierte en un villano espumoso y exagerado.
Se le presenta como un hombre un tanto decepcionante que no siente ni culpa ni remordimiento por las actividades en las que participó. La película es más fuerte cuando describe los elementos psicológicos sobre cómo los personajes se enfrentan a la proximidad de un monstruo tan extraordinario.
A veces, los elementos convencionales del thriller parecen injertados, una concesión al público que quiere un poco de acción. También hay una especie de romance, aunque es tan discreto que es fácil pasarlo por alto o ignorarlo.
En general, Operation Finale cuenta su historia sin distorsionar groseramente la historia y lo hace de forma que engancha al público durante sus dos horas de duración.