Noche y niebla

Me uno a la lista de personas que consideran “Noche y Niebla” como uno de los mejores documentales de la historia. De hecho, creo que el adjetivo “mejor” no puede reflejar por sí solo la magnitud de esta obra.

Añado a la lista de atributos de la obra dos adjetivos más impactantes que otorgan plenitud a sus características: fundamental, para que la mayor materialización de la maldad del ser humano en todos los tiempos, el Holocausto, no se restrinja a las frías páginas de los libros de historia, y para que el recuerdo de ese periodo esté siempre vivo, como una especie de freno ante cualquier posibilidad de exteriorización de lo peor que el hombre lleva en su interior; e ingeniosa, por la elegancia de las palabras de su narrador, por la “manera francesa” de hacer cine y por otorgarle importancia sólo por el estilo presentado.

Antes de entrar en el debate sobre la película, es importante comentar algunos aspectos de la preproducción. La obra de Alain Resnais, uno de los cineastas franceses con más talento, que más tarde produciría “Hiroshima, mon amour” (1959) y “El año pasado en Marienbad” (1961), surgió de una invitación del Comité de Historia de la Segunda Guerra Mundial y contó con el apoyo de varias entidades a favor de los derechos humanos.

De este sentimiento de impotencia surgió la asociación con el escritor y poeta Jean Cayrol, que había sido prisionero en el campo de Mauthausen. Todo el texto poético del documental es de Cayrol y enriquece enormemente la producción. Además, la banda sonora fue escrita por Hanns Eisler, un judío y músico alemán que escapó de Alemania en 1933.

Se puede percibir, pues, por las personas implicadas, el grado de realidad y excelencia que ha adquirido la obra. La principal motivación de Resnair al aceptar el reto fue criticar la Guerra de Argelia, que estaba en curso en ese momento, pero que acabó convirtiéndose en un registro documental esencial e intemporal para toda la humanidad.

La película se realizó 10 años después del cierre de los campos de concentración y, por tanto, consiguió mostrar imágenes “actuales” y conservadas de aquellos lugares satánicos. La estrategia utilizada fue alternar el pasado -el periodo de la guerra- con imágenes temibles en blanco y negro, y el presente narrativo -el año 1955- con imágenes tranquilas en color de los entornos desocupados, que incluso denotan cierta paz en contraste con las instalaciones mortíferas allí instaladas y los actos realizados en ellas, es decir, los colores transmiten un significado.

En este contexto, el documental describe el surgimiento de la ideología nazi, los detalles de la construcción de los campos de concentración y sus “compartimentos” y la vida de horrores de las personas confinadas allí, incluido el trato sádico que se les infligía. El último tercio del visionado es el más impactante, ya que simplemente muestra la muerte, que no es ficticia como en las obras cinematográficas ordinarias, y se cierra con una pregunta reflexiva, “entonces, ¿quién es el responsable?”.

El origen del nombre de este documental está relacionado con un decreto nazi, que permitía a los agentes poseer un poder absoluto para detener y deportar a personas que representaran un supuesto riesgo para la seguridad. La gente podría desaparecer simplemente en medio de la noche y en la niebla sin dejar rastro; a buen entendedor, basta con media palabra. Detallando la génesis del título, el decreto alemán tiene su origen en la obra del compositor clásico Richard Wagner, “El anillo del nibelungo”. “Noche y niebla” era el nombre de un hechizo existente en la obra de Wagner, en la ópera.

Es fácil describir con palabras el contenido de una película como ésta. La palabra horror ya representa una síntesis muy completa. El gran diferencial de “Noche y Niebla” con respecto a otras obras que intentaban retratar la realidad de los campos de concentración es precisamente el estilo de su discurso, aportado por un poeta que en su día vivió esa situación.

La poesía es un texto lírico, que no tiene por qué tener rimas, como en el caso de la película en pantalla. Unas palabras poéticas escalofriantes, pero descriptivas y reveladoras, reintroducen a Jean Cayrol en ese ambiente maligno y “preparan el terreno” para las inquietantes escenas que se muestran. Es una armonía entre texto, estilo e imágenes que, francamente, no he visto igual en ninguna otra obra cinematográfica.

Al final, llegamos a conocer varios matices repugnantes sobre el nazismo, centrándonos sobre todo en el funcionamiento de los campos de concentración y en la forma de actuar de los oficiales, que muchos desconocíamos. Siempre es bueno recordar que todas las imágenes fueron filmadas y fotografiadas por los nazis o los aliados, es decir, no son actores y actrices, ¡son víctimas del mal! ¡Todo es impactante! ¡Es el dolor y el horror vestidos en su más pura realidad!

El nazismo fue más perverso de lo que imaginamos, por lo que recomiendo parsimonia al ver esta obra. Aunque es fundamental y contiene palabras bien concatenadas, provoca una gran incomodidad. Para terminar, el entonces crítico de cine François Truffaut, una de las leyendas del cine francés como director, consideraba “Noche y niebla” la mejor película producida hasta ese momento de la historia. ¡Tal vez tenía realmente razón!