Comando en el mar de China

Después de realizar una influyente y popular película de acción sobre la Segunda Guerra Mundial, Los doce del patíbulo (1967), era inevitable que el ecléctico cineasta Robert Aldrich volviera al medio, y casi igual de inevitable que su siguiente película no alcanzara el alto nivel establecido por su predecesora.

Aunque Comando en el mar de China presenta la misma combinación de drama provocador y valores de producción que hicieron que Los doce del patíbulo fuera tan vital, Comando en el mar de China adolece de un argumento difuso y de una duración excesiva, por no hablar de una actuación principal ineficaz.

Así que, aunque la película es más o menos visible, incluso si uno está tentado de pulsar el botón de avance rápido durante las secuencias repetitivas, Comando en el mar de China no consigue impresionar mucho.

Cliff Robertson interpreta al teniente Lawson, un oficial subalterno estadounidense cuya asignación como traductor del centro de mando en el teatro del Pacífico le mantiene alejado del combate.

Sin embargo, el cómodo trabajo no dura, porque Lawson es reasignado a una unidad de comandos británica encargada de destruir una instalación de radio japonesa. A las órdenes del estirado capitán Hornsby (Denholm Elliot), Lawson y sus nuevos compañeros atraviesan a duras penas la densa jungla, evitando las patrullas japonesas, hasta que una serie de escaramuzas cambian sus circunstancias para peor.

Finalmente, Lawson y un sarcástico soldado británico, Hearne (Michael Caine), heredan la responsabilidad de completar la misión, forzando el improbable predicamento de que Lawson se convierta en un valiente líder. La idea de la película es sólida —explorar la cuestión de si los héroes nacen o se hacen— pero la ejecución no lo es.

Aldrich, que también coescribió la película, deja que la narración se alargue con secuencias innecesarias (hay muchos montajes de marchas), y su artificio de un protagonista reacio al combate hace que el protagonista pase mucho tiempo viendo a otras personas hacer cosas interesantes.

Para agravar el problema, Robertson no es lo suficientemente expresivo como para que el viaje de Lawson resulte fascinante; de hecho, tanto Caine como Elliot eclipsan a Robertston siempre que los actores británicos comparten pantalla con su protagonista estadounidense.

Caine está muy infrautilizado hasta el último tramo de la película, cuando sus ácidos diálogos cobran sentido a nivel de la historia, y Elliot es en realidad el mejor de los tres, al interpretar a un hombre robusto cuyo deseo de demostrar su valentía le lleva a correr riesgos insensatos.


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