Si tuviéramos que recopilar una lista de novelas prohibidas por ser peligrosas y fomentar la disidencia, el clásico infantil de Lucy Maud Montgomery Ana de las Tejas Verdes no parecería una elección obvia.
Sin embargo, durante varios años, durante el férreo control soviético de Polonia en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, la novela de Montgomery estuvo prohibida por ser un libro subversivo temido por el régimen autoritario de Iósif Stalin, ya que se consideraba que inspiraba esperanza y resistencia a la autoridad.
Ana de las Tejas Verdes se había convertido en un texto muy apreciado en la sociedad polaca después de que surgiera como un improbable símbolo de resistencia al nazismo y a la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. El departamento literario del ejército polaco había distribuido el libro a los soldados para inspirarles y reforzarles mientras intentaban luchar contra las fuerzas invasoras.
Tras la Segunda Guerra Mundial, Ana de las Tejas Verdes siguió siendo una valiosa fuente de respiro y esperanza para el pueblo polaco mientras sufría bajo la ocupación soviética. Finalmente, las autoridades prohibieron el libro cuando se dieron cuenta de su importancia para la resistencia polaca.
Pero siguieron circulando copias producidas por la prensa disidente samizdat. A pesar de su prohibición, la novela de Montgomery sobre Ana Shirley (una huérfana precoz e imaginativa a la que los bondadosos Matthew y Marilla Cuthbert dan un hogar en la Isla del Príncipe Eduardo) se convirtió en un símbolo aún más poderoso de la resistencia polaca.
La fascinante historia de la relación entre el pueblo polaco y Ana de las Tejas Verdes plantea dos cuestiones interesantes. En primer lugar, ¿por qué la novela resultó tan importante para los polacos cuando se enfrentaron a la invasión y la ocupación? Y en segundo lugar, ¿por qué —a pesar del famoso pelo rojo de la heroína homónima— el régimen soviético se empeñó en impedir que el pueblo polaco leyera sus hazañas?
Parece probable que el escapismo que ofrece la ficción de Montgomery pueda explicar en parte la popularidad de Ana Shirley en la Polonia ocupada. Tras haber sido invadida brutal y rápidamente y soportar después años de dominio nazi y soviético, la población polaca se encontró en una época de indecible desesperación.
Ana de las Tejas Verdes subraya repetidamente la capacidad de nuestra imaginación para proporcionar alivio y distracción en momentos tan traumáticos. Parte integrante del carácter de Ana es el uso que hace de las ensoñaciones para transportarse a lugares y escenarios ficticios más ricos, bellos y satisfactorios que su situación actual.
Como huérfana que tuvo que enfrentarse a penurias y malos tratos extremos, Ana aprendió a utilizar sus facultades imaginativas para escapar de realidades sombrías y dolorosas en orfanatos y hogares de acogida. E incluso después de ser acogida por los bondadosos Matthew y Marilla, Ana seguía pasando gran parte de su tiempo en tierras de ensueño de su propia invención.
Podía estar físicamentesentada a la mesa del comedor, pero su espíritu se encontraba muy lejos, en algún nubarrón etéreo, llevada en volandas por las alas de la imaginación. Aunque el carácter de Ana anima a los lectores a poner a prueba las alas de la imaginación, el escenario idílico de la novela también se presta a las fantasías escapistas. Montgomery presenta el nuevo hogar de Ana, la Isla del Príncipe Eduardo, como un lugar de intacto y vibrante esplendor natural: una acogedora utopía llena de belleza.
La isla se ofrece al lector como un jardín del Edén en potencia en el que cualquier buen cristiano puede entrar. Montgomery invita al lector a dejar volar su mente y proporciona un lugar adecuadamente idílico y tentador para que aterrice su imaginación. Así pues, no es difícil comprender por qué las personas acosadas por la desesperación y las privaciones encontrarban consuelo y un bienvenido alivio en su obra. Los polacos que veían su patria despojada y sus vidas destruidas recurrían a Ana de las Tejas Verdes en busca de una evasión ficticia en una utopía isleña canadiense.
Pero la novela de Montgomery no solo ofrecía evasión. Ana se convirtió en una fuerza empoderadora para los polacos, dándoles esperanza en tiempos de represión. Montgomery utiliza la relación que se desarrolla entre Ana y su nueva madre adoptiva, Marilla, para explorar el poder y la autonomía que puede aportar una imaginación activa.
Al principio, Marilla es presentada como un personaje cauto y conservador que cree que cuando el Señor nos pone en determinadas circunstancias, no pretende que las imaginemos. Pero Ana le enseña poco a poco a cuestionar su situación y a ver nuevas posibilidades y alternativas: ¿nunca imaginas cosas diferentes de las que son?, le pregunta a Marilla.
Estos intercambios revelan seguramente por qué el régimen soviético veía a Ana con miedo y recelo, como una figura que no quería ni podía aceptar que su situación no pudiera ser diferente. El uso que hace Ana de su prodigiosa imaginación para imaginarse un mundo mejor es tanto una fantasía que cumple deseos como una forma de poder real por el control que le proporciona.
Un uso notable de este poder es la tendencia de Ana a dar nuevos nombres a su entorno. Al negarse a aceptar como fijos y definitivos los títulos de los monumentos y carreteras de la Isla del Príncipe Eduardo, Ana se pone a inventar alternativas que capten su perspectiva personal.
La Avenida se convierte en la Vía Blanca del Deleite. El Lago de Larry es, en la imaginación de Ana, el Lago de las Aguas Brillantes. Este proceso de cambio de nombres resume la desafiante negativa de Ana a acceder a la tradición y la autoridad, pues su insistencia en pasar de lo prosaico a lo poético replantea el mundo que la rodea.
En la Polonia soviética, una novela que pusiera de relieve el poder que pueden aportar expresiones tan vivas e inventivas del individualismo no era bien recibida. A través de Ana, Montgomery nos enseña acerca de la propia creatividad y las posibilidades del espíritu humano. Y para un régimen que dependía de aplastar los espíritus y limitar las posibilidades para controlar al pueblo polaco, el atractivo de la visión imaginativa de Ana se percibía como una amenaza.
Es imposible reflexionar sobre la historia de la improbable contribución de Ana de las Tejas Verdes a la resistencia polaca sin encontrar una conmovedora relevancia contemporánea a esta extraña historia. Mientras la Rusia de Vladimir Putin intenta expandirse hacia el oeste, el pueblo de Ucrania se enfrenta a una amenaza análoga para su espíritu, sus esperanzas y su seguridad.
Un régimen empeñado en sofocar la disidencia y suprimir la libertad de pensamiento y expresión está, una vez más, imponiendo horrendas penurias a los europeos. Curiosamente, el pueblo ucraniano, al igual que Ana, ha utilizado el cambio de nombre para expresar su resistencia a este descarado intento de despojarles de su libertad. El cambio de nombre de Kiev a Kyiv, pasando de la designación rusa soviética a una transliteración ucraniana más natural, se ha convertido en un símbolo político de desafío.
Esta medida ha proporcionado a la prensa y a los líderes extranjeros un medio de expresar su solidaridad con la valiente negativa de los ucranianos a someterse a la brutal agresión rusa. El arte y la creatividad humana han vuelto a proporcionar puntos focales simbólicos para un desafío esperanzador e inspirador. Estos son los frutos de imaginaciones que, como la de Ana, nos recuerdan la resistencia y la inventiva del espíritu humano.