La noción de que la caballería polaca cargó contra los tanques alemanes durante la invasión de Polonia en 1939 es uno de los mitos más perdurables de la Segunda Guerra Mundial.
Tiene su origen en un enfrentamiento cerca del pueblo polaco de Krojanty el primer día de la campaña en el que los soldados de caballería polacos fueron emboscados por vehículos blindados alemanes, lo que provocó numerosas bajas.
Los corresponsales de guerra extranjeros que se encontraban en el lugar fueron informados por oficiales alemanes de que los jinetes habían cargado tontamente contra los vehículos.
La historia se difundió rápidamente por todo el mundo. La maquinaria propagandística de Joseph Goebbels también aprovechó la imagen de la atrasada caballería polaca atacando suicidamente a los Panzer alemanes (tanques de lo mejorcito en la Segunda Guerra Mundial) como un ejemplo de la invencibilidad tecnológica de la Wehrmacht.
Aunque la gran mayoría de las batallas de la caballería polaca durante la Campaña de 1939 fueron libradas por jinetes desmontados, se produjeron cargas con diversos grados de éxito. Seguirían realizándose a lo largo de la guerra en otros frentes por otros ejércitos.
La última carga estadounidense fue llevada a cabo por el 16º Regimiento de Caballería en enero de 1942 en Filipinas, y quizá la última gran carga de la historia fue realizada por el regimiento italiano Savoia Cavalleria ese mismo año en la Unión Soviética.
Sin embargo, en lo que se refiere a acciones de caballería, la Campaña de 1939 tiene la singular distinción de ser testigo de lo que a menudo se cita como el último enfrentamiento de caballería contra caballería de la historia militar.
Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, las 11 Brigadas de Caballería polacas constituían la élite bien entrenada, bien dirigida y altamente motivada de sus fuerzas armadas; rápidamente demostraron su valía en el campo de batalla.
Incluso después de que el destino de Polonia quedara sellado tras la invasión soviética del 17 de septiembre, la caballería siguió dando ejemplo, luchando tenazmente contra probabilidades abrumadoras, reuniendo a la resistencia e incluso contraatacando siempre que era posible.
En los últimos días de la campaña, se encomendó a la Brigada de Caballería Nowogródzka la reconquista de la ciudad de Krasnobród, en el centro de Polonia, controlada por los alemanes, como parte de un esfuerzo mayor de las fuerzas polacas para abrirse camino hacia el sur, hacia las vecinas y neutrales Hungría y Rumanía. La brigada estaba dirigida por el carismático Władysław Anders, que más tarde en la guerra comandaría el II Cuerpo polaco en Italia.
Justo antes del amanecer del 23 de septiembre de 1939, los escuadrones 1º y 2º del 25º Regimiento Uhlan irrumpieron entre la bruma matinal en las afueras de Krasnobród en un ataque a caballo en dos frentes que pilló a los defensores alemanes completamente por sorpresa.
Dirigidos por el teniente Tadeusz Gerlecki, los Uhlan persiguieron al enemigo en fuga hasta una colina en el extremo occidental de la ciudad donde se alzaba un monasterio que los alemanes estaban ocupando. A medida que se acercaban a la colina la niebla empezó a despejarse revelando, para sorpresa de los polacos, una línea de jinetes alemanes que esperaban en la cresta.
Sonó un toque de corneta cuando los alemanes, elementos del 17º Regimiento de Caballería de la Wehrmacht, desenvainaron sus sables y cargaron colina abajo contra los polacos que avanzaban. Los escuadrones de Gerlecki respondieron con un estruendoso “¡Viva!” y cerraron filas para recibir el ataque.
Los dos bandos chocaron entre sí y durante unos minutos la ladera de la colina, en las soñolientas afueras de Krasnobród, pareció una escena de las guerras napoleónicas al encontrarse los sables en un frenético combate cuerpo a cuerpo.
Las monturas alemanas eran más grandes y tenían la ventaja añadida del impulso cuesta abajo. Casi inmediatamente, el caballo del soldado Lewczuk fue derribado al suelo por el comandante alemán que cargaba, que continuó dando hachazos al polaco mientras caía.
El alemán era un buen espadachín; se abrió paso a cuchilladas a través de dos Uhlans más antes de enfrentarse a Gerlecki. Los dos se batieron en duelo furiosamente, con sus sables de acero chocando y raspándose ruidosamente, hasta que el cabo Mikolajewski cabalgó por detrás del alemán y lo ensartó con una poderosa estocada de sable.
Ver caer a su comandante quebró los ánimos de los alemanes y volvieron al galope colina arriba. Los polacos les persiguieron, pero esta vez fueron ellos los que se llevaron una sorpresa.
Dos ametralladoras alemanas bien situadas desataron un fulminante fuego cruzado que abatió a Gerlecki y a muchos más antes de que Mikolajewski pudiera poner a salvo a los uhlans restantes. Dejaron tras de sí una ladera sembrada de cadáveres y caballos sin jinete.
Los combates continuaron durante el resto del día, pero al anochecer los polacos habían reconquistado la ciudad, incluido el monasterio, haciendo prisioneros a 100 alemanes.
Entre ellos estaba el comandante de la 8ª División, el general Rudolf Koch-Erpach, el primer general alemán capturado durante la guerra. Los polacos perdieron 60 hombres pero se había abierto una brecha crucial a través de las líneas alemanas.
El general Anders continuó conduciendo a su maltrecha brigada hacia el sur, librando más batallas desesperadas a medida que avanzaban. Los exhaustos jinetes de la Brigada de Caballería Nowogródzka se rindieron finalmente a las fuerzas soviéticas el 29 de septiembre a menos de 20 kilómetros de la frontera húngara. Habían servido a su país y a su tradición con valor y honor hasta el amargo final.