En Auschwitz-Birkenau, Treblinka, Belzec, Chelmno y Sobibor los nazis crearon el Sonderkommando, grupos de prisioneros judíos varones elegidos por su juventud y relativa buena salud cuyo trabajo consistía en deshacerse de los cadáveres de las cámaras de gas o los crematorios.
Algunos hacían el trabajo para retrasar su propia muerte; otros pensaban que podían proteger a sus amigos y familiares, y otros actuaban por mera codicia por la comida y el dinero extra que a veces recibían estos hombres. Los hombres se vieron obligados a adoptar esta posición, con la única alternativa de morir en las cámaras de gas o ser fusilados en el acto por un guardia de las SS.
En Auschwitz, los Sonderkommandos tenían mejores condiciones físicas que los demás reclusos; tenían comida decente, dormían en colchones de paja y podían llevar ropa normal.
Algunos saludaban a los recién llegados, diciéndoles que iban a ducharse antes de ser enviados a trabajar. Estaban obligados a mentir, diciéndoles a los presos que pronto serían despiojados que después del proceso de despiojamiento serían asignados a equipos de trabajo y se reunirían con sus familias.
Estos fueron los únicos Sonderkommandos que tuvieron contacto con las víctimas mientras estaban vivas. Las SS realizaban los gaseos, y los Sonderkommandos entraban después en las cámaras, sacaban los cadáveres, los procesaban y los transportaban al crematorio.
Otros equipos procesaban los cadáveres después de las cámaras de gas, extrayendo los dientes de oro y quitando la ropa y los objetos de valor antes de llevarlos a los crematorios para su eliminación final.
Los restos se trituraban y se mezclaban con las cenizas. Cuando se acumulaban demasiadas cenizas, los Sonderkommandos, bajo la atenta mirada de las SS, los arrojaban a un río cercano.
En Treblinka, unos 200 hombres se encargaban de retirar los cadáveres de las cámaras de gas. En Auschwitz, el Sonderkommando que trabajaba en los crematorios contaba inicialmente con 400 hombres, pero el número se elevó durante el asesinato masivo de húngaros en 1944 a unos 1.000 hombres.
En Auschwitz-Birkenau, el Sonderkommando se encargaba de clasificar las maletas, paquetes y otros objetos con los que llegaban los prisioneros en los trenes. Estos objetos se llevaban a un almacén del campo llamado eufemísticamente “Canadá”, donde el “Comando de limpieza” los desempaquetaba, los clasificaba y los preparaba para enviarlos a Alemania.
A pesar de las mejores condiciones en las que vivían los Sonderkommando en los campos, la mayoría acabaron siendo gaseados cuando se debilitaron o enfermaron por las condiciones del campo. Los nazis tampoco querían que quedara ninguna prueba de sus horribles actos, por lo que decidieron matar a los prisioneros que fueran testigos de sus acciones.
En octubre de 1944, el equipo del Sonderkommando de Birkenau se enteró de que los alemanes tenían la intención de gasearlos. En los campos, un movimiento clandestino llevaba tiempo planeando un levantamiento general, pero nunca se produjo.
Los Sonderkommandos que quedaban optaron por pasar finalmente a la acción, en una actuación suicida. Así, decididos, el 7 de octubre, el grupo encargado del tercer crematorio del campo, el Sonderkommando Tres de Birkenau, se levantó en armas (si bien, muy primitivas, como vamos a ver a continuación).
Atacaron a los guardias de las SS con armas totalmente rudimentarias (las que pudieron conseguir en el campo): piedras, hachas, martillos e incluso granadas de fabricación casera. Gozaron del factor sorpresa y lograron hacer saltar por los aires uno de los infames crematorios.
En este momento se les unió el Kommando Uno de Birkenau, que también dominó a los guardias y se escapó del recinto. La revuelta acabó en fracaso. No hubo un levantamiento masivo, y en poco tiempo los alemanes consiguieron capturar y matar a casi todos los fugados.
Unos 100 de los aproximadamente 2.000 Sonderkommando de Auschwitz sobrevivieron. En 1980, un estudiante que realizaba trabajos de excavación cerca del crematorio III de Birkenau descubrió un termo que contenía una nota de uno de esos supervivientes. Marcel Nadjari fue deportado de Salónica a Auschwitz en 1944.
“Todos sufrimos aquí cosas que la mente humana no puede imaginar”, escribió Nadjari en un texto que escribió en secreto a finales de 1944, y que luego metió en un termo, lo envolvió en una bolsa de cuero y lo enterró en la tierra cerca del Crematorio III antes de que el campo fuera liberado a principios de 1945.
“Debajo de un jardín, hay dos sótanos interminables: uno está destinado a desvestirse, el otro es una cámara de la muerte”, escribió Nadjari. “La gente entra desnuda y cuando se llena con unas 3.000 personas, se cierra y se les gasea….. Después de media hora, abríamos las puertas y comenzaba nuestro trabajo”, es decir, el traslado de los cadáveres a los crematorios, donde “un ser humano acaba convertido en unos 640 gramos de cenizas”.
Los Sonderkommandos suelen ser considerados muy negativamente por la mayoría de los supervivientes y, en cierta medida, por la clase dirigente judía en general. En los campos, los Sonderkommandos eran vistos como impuros, y el escritor Primo Levi los describió como “afines a los colaboradores”.
Decía que no había que dar mucha credibilidad a sus testimonios, ya que tenían mucho que expiar y naturalmente intentarían rehabilitarse a costa de la verdad. Sin embargo, los que fueron miembros del Sonderkommando afirman que no tuvieron elección en su trabajo, y que fueron tan víctimas de la opresión nazi como los demás prisioneros de los campos de concentración.