La Batalla de Stalingrado

La Batalla de Stalingrado, símbolo del fracaso de la Operación Barbarroja (17 de julio de 1942 – 2 de febrero de 1943), fue una de las batallas decisivas de la Segunda Guerra Mundial y se saldó con la defensa triunfante de la ciudad de Stalingrado (actualmente Volgogrado) por parte del Ejército Rojo.

La lucha en Stalingrado fue a muerte, edificio por edificio
Bundesarchiv, Bild 183-R76619 / CC-BY-SA 3.0

Los rusos la consideran como la mayor batalla de su Gran Guerra Patria (también conocida como Gran Guerra Patriótica) y los historiadores afirman que se trató de la batalla más impresionante de toda la Segunda Guerra Mundial. La batalla de Stalingrado logró frenar el avance de la Wehrmacht en suelo de la Unión Soviética y marcó un punto de inflexión en el conflicto bélico a favor de las fuerzas aliadas. Fue una de las batallas más sangrientas de la Historia, con un saldo conjunto de bajas civiles y militares que ronda los 2 millones de almas.

Los soviéticos la bautizaron como “la Batalla de Cannas contemporánea”, mientras que los nazis la consideraron una “Rattenkrieg” (guerra de ratas). Ninguna de las dos descripciones se aleja de la realidad.

En la Batalla de Stalingrado, las fuerzas del Ejército Rojo rodearon y machacaron a todo el ejército alemán comandado por el General Friedrich Paulus, emulando el cerco y aniquilación del Ejército Romano capitaneado por Lucio Emilio Paulo en el 216 a.C. Para ambos contendientes, Stalingrado se convirtió en una dura prueba a la desesperada similar a la de las ratas cuando saltan de madriguera en madriguera.

Esta batalla épica se considera acertadamente un punto de inflexión en la guerra del Frente Oriental y una de las luchas más cruciales de toda la Segunda Guerra Mundial. El ejército nazi invasor veía la conquista de Stalingrado como un paso esencial para proseguir su campaña en el sur de la Unión Soviética, dado que desde ese estratégico punto próximo al río Volga podrían lanzar más ataques en el Cáucaso. Los rusos estaban decididos a defender Stalingrado dado que se trataba de un centro industrial y logístico vital.

Tanto Josef Stalin como Adolf Hitler comprendieron el valor simbólico de defender o conquistar, respectivamente, la única ciudad bautizada con el nombre del “dictador de acero”. El 3 de septiembre de 1942, el 6.º Ejército Alemán bajo las órdenes de Paulus llegó a las afueras de Stalingrado, esperando tomar la ciudad en poco tiempo. Sin embargo, los rusos habían consolidado sus defensas y no habían detenido su avituallamiento de suministros.

Soldados alemanes durante la Batalla de Stalingrado.
Bundesarchiv, Bild 146-1971-107-40 / CC-BY-SA

Un gran general, V. I. Chuikov, fue el encargado de dirigir la principal fuerza defensiva, el 62.º Ejército Soviético, mientras que el Mariscal Gueorgui Zhúkov, el general de más alto rango de la Rusia soviética, planeó una contraofensiva. En los días sucesivos, los invasores consiguieron adentrarse en Stalingrado encontrándose una feroz resistencia.

Eran luchas urbanas crudas, causantes de bajas múltiples en ambos ejércitos. Las ruinas de viviendas y fábricas pronto comenzaron a ser foro de hedores insufribles, a medida que los cálidos vientos llevaban consigo el pútrido aroma de los cuerpos en descomposición que yacían por cualquier lugar.

Ruinas en la batalla de Stalingrado
Bundesarchiv, Bild 183-B22436 / CC-BY-SA 3.0

A finales de septiembre, los alemanes pudieron izar la bandera con la esvástica en los Almacenes Univermag, situados en el centro de la ciudad, pero no pudieron lograr que los rusos se retirarán de los barrios industriales que discurrían en paralelo al Volga.

A mediados de noviembre, a medida que los invasores se encontraban atrapados y quedándose sin hombres ni suministros, Zhukov lanzó una contraofensiva para tratar de rodear al enemigo. Los alemanes, en ese momento, probablemente aún habrían tenido tiempo para escapar, pero Hitler no se lo permitiría: se les ordenó mantener sus posiciones costara lo que costara, a cualquier precio.

Soldados de la Luftwaffe en Stalingrado
Bundesarchiv, Bild 183-B22478 / Rothkopf / CC-BY-SA 3.0

Hermann Göring, al mando de la Luftwaffe, había prometido el reabastecimiento del 6.º Ejército Alemán desde el aire, pero resultó ser incapaz de cumplir su promesa, a medida que el invierno se iba instalando, el Mariscal de Campo (Generalfeldmarschall) Erich von Manstein organizó una misión de rescate, pero resultó abortada, y los alemanes, a punto de morir congelados y de hambre en Stalingrado, no fueron autorizados a tratar de sobrevivir huyendo.

El 2 de febrero de 1943, el General Paulus se rindió con lo que quedaba de su ejército (91 000 hombres). Cerca de 150.000 alemanes habían fallecido en la batalla.

Infantería alemana en Stalingrado. El aspecto que presentaba la ciudad, antigua gloria de Stalin, era realmente desolador. 
Bundesarchiv, Bild 146-1974-107-66 / CC-BY-SA

La victoria soviética en esta batalla fue una gran humillación para Hitler, que había proyectado a la opinión pública germana la importancia de ganarla. El Führer comenzó a mostrarse más desconfiado que nunca, mostrando un gran recelo de sus generales. Stalin, por su parte, consiguió la confianza plena del Ejército Rojo, que se tradujo en un avance hacia el oeste de Stalingrado y que significó un punto de inflexión en el frente occidental: la Segunda Guerra Mundial había cambiado de dirección, rumbo a la capital del III Reich.


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