La Batalla del Río Don fue una de las mayores enfrentamientos militares de la Segunda Guerra Mundial, que tuvo lugar en el Frente Oriental entre mediados de 1942 y el inicio de 1943.
Esta batalla fue parte de la llamada “Operación Azul”, una gigantesca ofensiva del Eje liderada por el Tercer Reich con el objetivo de tomar el control de la cuenca industrial de los Donets y apoderarse de las orillas del Río Don.
La “Operación Azul” se dividió en dos alas, una al mando del general Wilhelm Von List y otra al mando del general Maximiliam Von Weichs. La primera tenía como objetivo ocupar los pozos petrolíferos del Cáucaso, mientras que la segunda se encargaría de tomar la ciudad de Stalingrado y cerrar el tráfico en el Río Volga.
Sin embargo, antes de llevar a cabo esta misión, el Eje necesitaba controlar el Río Don porque allí se concentraban varios ejércitos soviéticos, había importantes yacimientos mineros y industriales que podían ser explotados, y con la obtención del río se reduciría la importación de materias primas hacia el corazón de la URSS.
A pesar de que el Ejército Rojo se encontraba desorganizado y en desventaja numérica y técnica, logró resistir y finalmente contraatacar con éxito a las fuerzas del Eje gracias a la determinación y el sacrificio de sus soldados y al apoyo de la población civil.
Además, el clima y el terreno también jugaron un papel importante en la victoria soviética, ya que el frío intenso y la nieve dificultaron el avance y la movilidad de los tanques alemanes.
La Batalla del Río Don fue un punto de inflexión en el Frente Oriental, ya que marcó el fin de la ofensiva del Eje y el inicio de la contraofensiva soviética que culminaría en la victoria final de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial.
Además, esta batalla tuvo un alto costo en términos de bajas y destrucción, y dejó un profundo impacto en la historia y la memoria colectiva de Rusia.